Hace 200 años las
fuerzas realistas abandonaron Salta perseguidos por los gauchos de Güemes.
Fuente: El Tribuno, Salta
Luego de los enfrentamientos en el Valle de Lerma que comenzaron en Los
Cerrillos el 21 de abril de 1817 y concluyeron en el mismo pueblo al día siguiente,
el mariscal José de la Serna resolvió dar por concluida la tercera invasión
realista en Salta. Varias fueron las causas que llevaron a tomar la determinación de retrogradar
con su ejército invasor hacia el Alto Perú. Una de ellas fue la confirmación de
que Chile había caído en manos de los patriotas luego de que el general San
Martín triunfara en Chacabuco (12/02/1817). Otra, la confirmación de que Lamadrid, enviado por Belgrano desde Tucumán para
colaborar con Güemes, había cortado sus comunicaciones con el Alto Perú.
La tercera razón que aceleró la retirada de La Serna fue el virtual sitio
impuesto por Güemes a la ciudad de Salta, impidiéndole a los invasores poder
acceder a víveres y alimentos necesarios para mantener un ejército de más de
2.000 hombres y bestias de carga y de tiro.
Finalmente, otro elemento que sirvió para alejar las dudas de La Serna
fue la penosa muerte del valioso coronel realista Vicente Sardina. Este cayó
herido de muerte en una escaramuza con los gauchos mientras transitaba el
camino de El Bañado (Chicoana) a la quebrada de Escoipe.
Luego de ello pasó la noche en la boca de aquella quebrada, agonizando a la
intemperie y tirado sobre un catre de campaña. Y al día siguiente (22/04),
sobre ese mismo lecho, Sardina sufrió las alternativas del penoso y accidentado
viaje hacia Salta, plagado de escaramuzas y combates, especialmente en Pampa
del Rosario y en Los Cerrillos. Y así, siempre en el precario catre, el oficial
realista llegó malherido a Salta, donde casi al filo de la medianoche del 22 de
abril dejó de existir.
La frustración
“Con semejante resultados -dice Atilio Cornejo- comprendió La Serna la
ineficacia de su invasión a Salta, y por ende, la imposibilidad de proseguir su
proyectada marcha a Tucumán; en cuyo mérito convocó a junta de guerra a los
principales jefes del ejército realista, entre los que contaba D. Jerónimo
Valdés; D. José de Carratalá y D. Bernardo de la Torre, y oficiales de mérito
como D. Baldomero Espartero; decidiéndose entonces la retirada a Tupiza”.
La evacuación de Salta fue adoptada por los realistas a fines de abril, aunque
recién la pudieron concretar en los primeros días de mayo. Pero antes de ello,
La Serna necesitaba aprovisionar su ejército con víveres y ganado vacuno y
yeguarizo.
El camino por recorrer sería largo y penoso y, para peor, con muy escasas
posibilidades de encontrar alimento y hacienda fuera de los valles de Salta y
Jujuy. Más allá de Humahuaca, buscar alimentos sería una misión imposible,
especialmente por la vecindad del invierno. Y así fue que el jefe realista resolvió antes de iniciar la partida, hacer una
redada por el Valle de Lerma en procura de alimentos para su tropa, que ya
venía sufriendo la escasez.
El largo y recio enfrentamiento de La Silleta
Apretado por las necesidades, el jefe realista La Serna dispuso que el Jerónimo
Valdés, jefe del Estado Mayor, fuera en expedición por el Valle de Lerma en
busca de víveres, ganado vacuno y mulas. Para ello, Valdés salió de la ciudad
-según Atilio Cornejo- el 24 de abril de 1817 “con 400 infantes, un escuadrón y
dos piezas (de artillería) rumbo a Los Cerrillos, con el ánimo de sorprender a
Güemes, a quien suponía descuidado... y, al mismo tiempo, proporcionarse algún
ganado y caballada de cuyo paradero tenía noticias exactas”.
Pero “Güemes no dormía -sigue Cornejo-, y avisado de la marcha, evitó el golpe
viéndose obligado (Valdés) a seguir hasta La Silleta (departamento de Rosario
de Lerma), en donde a costa de un recio tiroteo, escasamente pudo apoderarse de
algún ganado y mulas”.
Sobre este mismo enfrentamiento (de La Silleta), Mitre dice: “Valdés salió de
la ciudad el 29 de abril (1817), marchó a La Silleta en la embocadura de la
quebrada del Toro, y en medio de un vivo tiroteo que duró todo el día, logró
apoderarse de algunas reses, mulas y burros, cuyo número total no alcanzaba a
cien, y con estas presas emprendió su retirada vivamente hostilizado, salvando
a duras penas su precioso arreo. Pero esta ventaja insignificante -sigue Mitre-
la pagaron caro. El mismo día y a la misma hora dos partidas de gauchos
destacadas de las divisiones de Saravia y de don Pedro Zavala arrebataron 150
mulas artilleras de la plaza, que se hallaban pastando a las orillas de la
ciudad, entre el cerro San Bernardo y el convento de San Francisco, encomendadas
a la guardia del batallón Gerona”.
Por su parte, Atilio Cornejo agrega que “el 1 de mayo otra partida de gauchos
cargó en la quinta de Arias sobre la caballería realista, trabándose un recio
tiroteo, causándole varios muertos y heridos, entre ellos el teniente Bayarri y
el comandante José García Socoli.
Andrés García Camba
Para García Camba, capitán general realista que luego escribió la historia de
esta invasión, dice: “Los enemigos (gauchos) habían llevado su osadía al
extremo de enlazar y arrastrar con sus caballos algunos centinelas... y este
nuevo método de ofender causó horror (a realistas), y, en fin, hasta el horno
en que se cocía el pan para los enfermos, situado en un arrabal de Salta, fue
atacado por aquellos atrevidos jinetes en la mañana del 28 de abril. Y el
forraje también, sobre ser escaso y de mala calidad, se había hecho tan difícil
que, para protegerlo era necesario emplear muchas precauciones y
escoltas”.
“Desde ese momento -acota Mitre-, el ejército invasor, impotente ante la
insurrección popular, estaba moralmente vencido y su retirada era inminente”.
Los realistas se retiran en medio de la oscuridad
Enterado Güemes de la inminente retirada realista, resolvió distribuir
sus fuerzas: Pachi Gorriti en Jujuy, con la orden de emboscarse; Gabino de la
Quintana, entre León y Hornillos, en la quebrada de Humahuaca y con órdenes de
retirar víveres y ganado; comandante Corte en Río Blanco (Jujuy); la división
de Arias en Tilcara; capitán José María Cornejo en La Lagunilla y norte de Castañares
para que observara la vía La Caldera. Con este despliegue, Güemes logró prácticamente aislar a La Serna y Olañeta, en
Salta y Jujuy, respectivamente.
Evacuación realista
Por fin, el 4 de mayo de 1817 a la noche, sigilosamente el ejército realista comenzó
a evacuar Salta. Primero partió el batallón Alejandro al mando del coronel José
Carratalá. A la madrugada del 5 de abril fue el turno de La Serna, que en una jornada hizo
9 leguas a marcha forzada hasta alcanzar Los Sauces, a mitad de camino entre
Salta y Jujuy. Por fin, el 13 de mayo, antes de los seis meses de iniciada la tercera
invasión, terminó la evacuación de Salta con los batallones de Chilotes y
Partidarios; escuadrones de Húsares, Dragones y Cazadores, custodios estos del
parque artillero y el hospital, comandado por el brigadier Olañeta.
De esta forma, la tercera invasión a Salta llegó a su fin, pero la paz para los
salteños duraría poco, porque ya maduraba en el Alto Perú la cuarta invasión.
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