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sábado, 1 de julio de 2017

La importancia de la Historiografía en la enseñanza de la Historia


Reseña del libro de 
Miralles Martínez, P., Molina Puche, S. y Ortuño Molina, J. (2011)

La importancia de la Historiografía en la enseñanza de la historia



Los autores, profesores de Didáctica de las Ciencias Sociales en la Universidad de Murcia, proponen con este libro una obra arriesgada y necesaria. Arriesgada porque quiere trasladar a las aulas el valor de las corrientes historiográficas, y necesaria ya que la historiografía siempre ha quedado en un segundo plano tanto en los currículos universitarios como en enseñanzas medias. Partiendo de un exhaustivo conocimiento de la disciplina histórica y otras ciencias sociales que, desde su nacimiento en el siglo XIX, han influido en su desarrollo (sociología, antropología, filosofía, geografía) los autores analizan las principales tendencias historiográficas y sus posibles aplicaciones prácticas en ESO y Bachillerato. 

En esencia el libro demuestra que el conocimiento de los diferentes métodos científicos aplicados a la historia puede contribuir a un mejor conocimiento de la misma. Así pues, en la introducción se plantean cuáles han sido las claves de la enseñanza de la historia, tradicionalmente marcada por el positivismo (historia político-factual) o bien el materialismo histórico (análisis socioeconómico). Para llegar al momento actual, en el que predomina una visión ecléctica, que a las dos tendencias citadas suma la influencia de Annales y la “nueva historia”. El resultado es una visión mayoritariamente acrítica y desideologizada, que deriva de la visión posmoderna y el fin de los grandes paradigmas: caída del bloque soviético, crisis de Occidente, relativización. 

Las tres partes que forman el texto van de lo teórico a lo práctico, es decir desde el método histórico, su evolución a lo largo de los siglos XIX, XX e inicios del XXI, para terminar con una propuesta de unidad didáctica sobre la historiografía. La primera parte versa sobre la construcción de la ciencia histórica, que viene definida por la subjetividad. Según Braudel, “la historia es hija de su tiempo”, de ahí que sea una construcción social cambiante, es decir el historiador enfoca el pasado influenciado por sus propias vivencias y contexto. Pero ello no le niega legitimidad ni cientificidad, de hecho lo erige en mediador crítico entre el pasado y el presente. La misión del historiador no es alcanzar la verdad absoluta, sino verdades parciales que ayuden a sobrellevar la incertidumbre sobre el pasado, el presente y el futuro. Por tanto es lógico –y positivo– que un mismo acontecimiento sea estudiado de forma diferente por investigadores coetáneos. 

En la segunda parte del libro, los autores hacen un repaso de la historiografía y la didáctica de la historia. La relación que proponen es acertada, pues los modelos de interpretación de las grandes escuelas históricas han repercutido en la forma en que se enseña historia en los diversos niveles educativos. El hecho de que a día de hoy predomine una historia descriptiva, de corte esencialmente político, se explica por la orfandad de grandes paradigmas historiográficos, puestos en duda desde finales del siglo XX, a raíz de los grandes cambios del mundo actual. En cualquier caso, desde que la historia surge como disciplina científica en el siglo XIX, emancipándose de la filosofía, todas las grandes escuelas han hecho aportaciones valiosas que forman un rico bagaje para el historiador, que posee la suficiente perspectiva para advertir también las carencias de cada una de ellas. Desde el historicismo y el positivismo decimonónico hasta la nueva historia, pasando por el marxismo y las diversas generaciones de Annales, todas las corrientes de la historiografía muestran tensiones entre individuo y sociedad, según se empleen escalas micro o macro, así como el estudio de períodos de corta, media o larga duración. Una de las grandes aportaciones de Miralles, Molina y Ortuño radica en señalar varias vertientes de la “nueva historia” que pueden ser de utilidad para plantear la enseñanza de la misma en colegios e institutos. En concreto, aluden a la historia de la familia, la historia oral, la historia de las mujeres y la historia local. Las cuatro aportan herramientas de aplicación práctica dentro y fuera del aula, sirviendo para que el alumno encuentre en la historia una disciplina viva y dinámica, relacionada con su entorno más íntimo, a partir de actividades relacionadas con la familia, la localidad y el tiempo presente. 

La tercera parte es una propuesta de unidad didáctica para 2.º curso de Bachillerato, denominada “Enseñar historiografía”. El objetivo es mostrar al alumnado que la historia es una ciencia, y que no se limita a clases magistrales y memorización. Para ello, partiendo de las corrientes de la nueva historia antes citadas, se proponen unos ejercicios de iniciación. La pretensión es que el alumno debata, favoreciendo el respeto a la diversidad cultural e ideológica, al conocer las condiciones de vida y de trabajo de sus antepasados cercanos (padres, abuelos) y los cambios y permanencias que de ellos se pueden deducir.

El libro acaba con un anexo de materiales de trabajo. En ningún momento se niega la subjetividad del conocimiento histó- rico, pero esa premisa permite definir las pautas esenciales de la metodología del historiador como algo riguroso, abierto al cambio y en permanente reelaboración. El objetivo último del libro es que los alumnos reconozcan en la historia una ciencia porque es útil para ellos y para la sociedad, a partir del pensamiento crítico y la interacción con sus compañeros, profesores, familiares y vecinos. De ahí el uso de ejercicios sencillos que parten del método inductivo, de lo particular a lo general, para que el alumno no relacione la historia solo con personajes y eventos lejanos a su entorno. Ahora bien, lo particular tampoco es el fin en sí mismo, sino el medio para comprender mejor lo universal. En definitiva, un libro de didáctica, pero también de historia que combina ambas líneas de estudio con una intención práctica: dotar de una herramienta de trabajo al docente y sus estudiantes. 


RAIMUNDO A. RODRÍGUEZ PÉREZ Universidad de Murcia

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