Publicado en:
LA HISTORIA ARGENTINA EN PERSPECTIVA LOCAL Y REGIONAL. Nuevas miradas para viejos problemas. Tomo 1.
Susana Bandieri y Sandra Fernánadez (coordinadoras)
Editorial TESEO
Buenos Aires, 2017.
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Guillermo Banzato y María Cecilia Rossi
1. INTRODUCCIÓN
Este
capítulo trata sobre los estudios en torno a la ocupación y entrega de tierras
fiscales, la formación del mercado de tierra, el uso del agua como recurso
natural para el desarrollo de producciones, las entregas de tierras a los
indios y la instalación de colonias, en un recorte espacial que los ubica como
estudios de las llanuras enmarcadas entre las dos grandes “fronteras
interiores” del territorio nacional a mediados del siglo XIX ((Bartolomé, 2005)[1]:
por el sur la frontera del Río IV para Córdoba y del río Salado para Buenos
Aires y por el nor-oeste la frontera chaqueña comprendiendo Santiago del Estero
y Santa Fe, que como expansiones de aquel mundo colonial que terminadas sus
posibilidades de relación con el norte potosino, se mueve hacia sus llanuras.
En tal sentido la mesopotamia santiagueña, Santa Fe, el Sur de Córdoba y Buenos
Aires ingresan cómodamente en esta construcción territorial. El recorte
temporal abarca la segunda mitad del siglo XIX cuando el corrimiento de las
fronteras por la ocupación de tierras se convirtió en un proceso imparable.
Concentramos
nuestra atención en las producciones de este siglo que, con el respaldo que dió
la renovación historiográfica a partir de los 1980s y en interesantes
articulaciones entre la Historia, la Antropología, la Economía, enmarcadas en
la Historia Agraria, están desarrollando un notorio incremento de los estudios
y las publicaciones con fructíferos análisis transversales. Estos estudios, si
bien han tenido mayor concentración en el área bonaerense, han avanzado mucho
para distintas regiones del país, aunque todavía quedan importantes espacios en
los que aplicar estas metodologías de trabajo para explicar el impacto de la
vinculación regional al desarrollo capitalista durante el siglo XIX. En estos
años se revisitaron conceptos y categorías analíticas largamente utilizados y
se incorporaron espacios que tradicionalmente no se habían considerado, para
luego articularlos comparativamente en escalas que superaran lo micro y permitieran
miradas regionales más amplias y enriquecedoras.
2. LOS ESTUDIOS SOBRE LA
OCUPACIÓN Y ACCESO A LA PROPIEDAD LA TIERRA
2.1. La apropiación estatal
de tierras, formas de acceso al uso y propiedad privada.
La
historiografía sobre las tierras de Buenos Aires se concentró mayormente en la
primera parte del siglo XIX, aunque en algunos casos avanzó hasta los años
1880s, tal como lo ha detallado Santilli en otro capítulo de este volumen. Nos
resta aquí destacar que los trabajos mejor documentados sobre la entrega de
tierras públicas en arrendamiento entre 1857 y 1887 son los de Marta Valencia ((M. E. Valencia, 2005) y (M. Valencia, 2009), hoy
cita ineludible para comprender cómo se fue conformando un mercado en el que se
negociaban los derechos de uso y, al mismo tiempo, en sucesivas ofertas en
ventas, se fue enajenando la tierra fiscal. Es decir que cada avance de la
frontera implicaba una inmediata ocupación y posterior entrega de los títulos
que traspasaban las tierras del dominio público al privado, las que quedaban en
mejores condiciones de ser negociadas. De allí que sobre este período los
mayores esfuerzos se hayan enfocado en otros aspectos, como veremos más
adelante.
Distinto
es el caso de Córdoba porque allí se había estudiado la frontera en las
interacciones con los pueblos aborígenes, pero había que desarrollar la
expansión posterior a su derrota en manos de los ejércitos de Roca. Para la
segunda parte del siglo, en el sur cordobés se acrecentaron significativamente
las ventas de tierras del Estado con una importante participación de
compradores extranjeros, no solamente con el fin de financiar gastos de la
provincia y atender la deuda pública, sino también debido a la necesidad de
afirmar su posición en la disputa por los territorios de frontera con Buenos
Aires y Santa Fe, en un proceso que ha sido caracterizado a través de dos
instancias, en un primer momento la “transacción incompleta” con el fin de
apurar la apropiación de las tierras disputadas con las otras provincias
vecinas, y en un segundo momento el perfeccionamiento de esos títulos hacia la
propiedad privada. Estas mayores garantìas para la propiedad impactaron
positivamente en la inversión en tierras como activo líquido, tanto como en el
mayor interés por legalizar títulos precarios (Tognetti, (Tognetti, 2009), (Tognetti, 2010) y (Tognetti, 2011)).
En
Santiago del Estero retomamos los temas relacionados con la ocupación de la
tierra con la propuesta de incorporar el mundo rural de la frontera del río
Salado. Empezamos por analizar una de las primeras preocupaciones de la nueva
elite liberal, desde 1851 en su proyecto de incorporar a Santiago del Estero a
los circuitos productivos del sistema capitalista, que consistió en determinar
con la mayor precisión posible, qué áreas del total de las 3500 leguas² hasta
ese momento controladas, resultaban prioritarias a los fines de establecer las
factibilidades de su desarrollo y estudiar su comunicación interna, con la
cuenca del Paraná y el puerto de Rosario (Rossi, (Rossi, 2004) y (Rossi, 2006)). Se
interesaron por la cuenca del Dulce-Salado, los territorios llanos del río
Salado y el Mesón de Fierro. El primero de antiguo poblamiento pre-hispánico,
en donde se encontraban las tierras que eran las bases materiales del poder del
segmento político dominante, con un alto nivel de parcelamiento y valores de
reventa; el segundo era el más atractivo para el grupo de poder local eran
tierras sobre las que avanzaba la frontera interna, habitadas por naciones
indígenas en vías de ser desplazadas hacia el Bermejo, puestas bajo el control
del Estado provincial, consideradas fiscales y fuente de negocios y pingües
ganancias. El tercer espacio presentaba dificultades adicionales porque antes
de planificar su desarrollo había que ubicarlo con precisión, en tanto se
trataba de un área meteorítica de la cual podría obtenerse buen metal para la
fabricación de armas, pero no se encontrará hasta principios del siglo XX. Para
1865 el fracaso de la navegación por el Salado era un hecho, pero el gobierno
provincial redobló la apuesta intentando proyectos ferroviarios orientados
también hacia el Este. Fracasados ambos proyectos, caída la estructura política
que los impulsaba, se estancaron los primeros proyectos modernizadores del
espacio rural santiagueño y se detuvieron por un quinquenio las enajenaciones
al este del Salado (Rossi, 2007). La
tierra pública con valor de cambio fue una constante que podemos marcar de todo
el proceso en dos direcciones: como pago de deuda estatal y para obras
públicas, sobre todo a partir de la década de 1880 cuando el proyecto
modernizador del Rojismo demandó aún más inversiones que eran sostenidas en
base a endeudamientos permanentes con los Bancos que se habían instalado
recientemente en la provincia y poniendo como garantía las tierra. Y
especialmente porque sobre finales de la década de 1870 ingresaron a comprar al
Estado en esta frontera, inversores de Córdoba, Capital o Buenos Aires,
individualmente, como sociedades o sindicatos organizados para la compra de
tierras. Así, el este santiagueño entraba en una vorágine de negocios con la
tierra pública que ajenizó el territorio sacándolo del control provincial y
donde las sociedades latifundistas arrastraban en lentos y agónicos
peregrinajes a campesinos convertidos en hacheros y peones, tras la devastación
forestal (Rossi & Banzato, 2013).
2.2. La colonización
agrícola: variantes provinciales en perspectiva comparada
Las
diferentes escalas y períodos en que se fueron desplegando las políticas
públicas e iniciativas privadas mediante el sistema de colonias continuó una
larga tradición en el tema en la historiografía sobre las llanuras. Se han
estudiado los casos de Entre Ríos y Santa Fé en perspectiva comparada destacado
el mayor dinamismo de la colonización santafesina debido a una oferta de
tierras a precios más accesibles y de ciudades concentradores de mayores
capitales (Djenderedjian, 2008).
Sin
dudas la obra más completa, no sólo del período en análisis sino de la
historiografía argentina sobre el tema es la de Djenderedjian, Bearzoti y
Martirén (Djenderedjian, Bearzotti, & Martiren, 2010), en la que realizaron el relevamiento más exhaustivo de fuentes y
bibliografía, al tiempo que recorrieron prácticamente todos los aspectos
relacionados con las diferentes características de las colonias en las
provincias pampeanas: los cambiantes objetivos de las políticas públicas y de
los empresarios colonizadores, los cambios en la red de transportes, sobre todo
con el ferrocarril, los mercados consumidores, las dificultades en la
adaptación de la tecnología, el gobierno de las colonias y la participación de
sus habitantes en la política, las formas de distribución y el surgimiento del
mercado de tierras.
Posteriormente
se han realizado algunas contribuciones que permitieron destacar la influencia
del sistema de colonización en el mercado de tierras. Para el caso de Buenos
Aires detallamos cómo la disponibilidad de tierras agrícolas, la presión por la
propiedad de los inmigrantes y la intención de los grandes propietarios por
subdividir sus tierras fomentaron la pequeña propiedad, pero sólo en un nivel
local, en el partido de Junín, en un contexto de alta especulación con el
sistema de colonias (Banzato, 2013). De
igual manera, en el caso del sudeste cordobés, las colonias no cambiaron
demasiado la estructura agraria, aunque dinamizaron el mercado de tierras
durante los primeros años posteriores a la crisis de 1890 (Tognetti, 2015).
Nuevamente,
el caso santafesino fue revisitado en un reciente estudio que demostró las
lógicas paralelas de los mercados de tierras de pastoreo y de tierras para
colonias, debido a la decisiones de los propietarios para arriesgarse a fundar
una colonia y al tiempo de amortización del capital; realizó un análisis de la
productividad factorial que ha permitido ponderar el peso de cada uno en el
éxito productivo de las colonias; detalló las diferentes estrategias de los
empresarios y calculó la distribución de la riqueza y la movilidad social (Martirén, 2016).
2.3. Aportes
interdisciplinarios sobre la entrega de tierras a los indígenas
En
este comienzo de siglo, como parte de un despliegue mucho más amplio de
estudios históricos, arqueológicos y antropológicos sobre diversos aspectos del
mundo indígena, los estudios sobre la política de entrega de tierras a estos
grupos tuvieron un interesante avance a partir de este esfuerzo
interdisciplinario, no muy frecuente, que posibilitó un cruce de fuentes y
perspectivas analíticas sobre algunos partidos en la provincia de Buenos Aires.
Los estudios de caso comparados determinaron que hubo diferencias importantes
en los resultados de los repartos debido
a las complejas tramas de relación con los diferentes grupos aborígenes, la
dinámica de la ocupación de la tierra, la rápida vinculación al mercado internacional
a través del ferrocarril y las políticas hacia la inmigración ultramarina: en
el centro oeste los “blancos” fueron beneficiados con la propiedad a pequeños
productores, en cambio los “indios amigos” sólo recibieron unos pocos predios (de Jong, 2015; Lanteri, Ratto, de Jong, & Pedrotta, 2011; Pedrotta,
Lanteri, & Duguine, 2012). Este
proceso no se realizó sin tensiones entre la pretensiones de los gobiernos de
mensurar en términos de propiedad privada y las ancestrales prácticas
comunitarias de estos pueblos (Yuln, 2017; Yuln & Silvestri, 2015).
2.4. Agencias estatales para
el ordenamiento de los derechos de propiedad y gestión del territorio
En
los últimos años se ha avanzado en el análisis de los procesos de formación de
agencias estatales específicas y la participación de las diversas disciplinas
en la gestión de la tierra y el agua, de suma importancia para conocer los
procesos de diseño y concreción de proyectos que posibilitaran un mejor y mayor
control sobre el territorio. Sin dudas Buenos Aires fue la provincia pionera en
la conformación de una agencia estatal en la década de 1820, el Departamento Topográfico,
que para 1875 pasó a Departamento de Ingenieros. Los agrimensores tuvieron un
papel crucial en la medición de los terrenos rurales tanto como en el trazado
de los pueblos y ciudades para una efectiva institucionalización de los
derechos de propiedad (Canedo, 2013, 2014; D’Agostino, 2015; Garavaglia & Gautreau, 2011). Con la integración de los ingenieros civiles e hidráulicos se
conformaron equipos que también tuvieron a su cargo la cuestión de los
ferrocarriles y caminos, los canales de desagüe de los campos y ciudades, el
estudio de las aguas subterráneas, el trazado de la nueva capital para la
provincia, los puertos, entre otros temas (D’Agostino & Banzato, 2015). Tal como ha analizado Zweifel (Zweifel, 2014) esa
pampa fue atravesada, registrada y medida por este conjunto de profesionales a
los que la autora agrega cartógrafos, topógrafos y, para la última etapa,
fotógrafos, para cuestionar la visión del espacio supuestamente vacío y sin
límites, reconstruyendo los diferentes proyectos y prácticas que conformaron un
territorio complejo, entre el suburbio de la que se fue convirtiendo en gran
ciudad y las estancias.
En
Córdoba se creó el Departamento Topográfico a inicios de la década de 1860, el
cual tuvo un recorrido similar a su homólogo porteño, tanto en las dificultades
para cumplir sus funciones como en la acumulación de tareas hasta, de la misma
manera que el anterior, convertirse en Departamento de Ingenieros a fines del
siglo. Asimismo, el organismo cordobés cumplió una función destacada en la
formación de profesionales hasta que la Universidad Nacional de Córdoba creó la
carrera en sus claustros (Ferreyra, 2011; Tognetti, 2012).
Para
el caso santiagueño hemos realizado una somera aproximación centrada en las
mediciones realizadas en la década de 1850, por el primer agrimensor de la
provincia, Amadeo Jacques, en las tierras del Salado. Si bien las prácticas
instauradas por Jacques tuvieron cierta permanencia, no alcanzaron para
conformar una agencia provincial que regulara la entrega de tierras fiscales,
la que se instauró recién hasta fines del siglo. Al respecto bien vale una
historia de largo plazo sobre la oficina encargada del catastro en una
provincia que ha maltratado ferozmente sus archivos (Rossi & Banzato, 2011).
3. Los mercados de tierras:
precisiones conceptuales y analíticas
Sin
dudas es uno de los temas que la historiografía debatió en los 1980, pero se
retomó en este siglo con nuevos bríos, al calor de toda una serie de trabajos
previos y condición sine qua non para el desarrollo de los mercados, como son
los referidos a la entrega de tierras públicas. Utilizamos deliberadamente el
plural porque nos permite expresar con mayor grado de representatividad, no
solamente un despliegue historiográfico disímil sino también un proceso
complejo, que para las llanuras se iba conformando a medida que nuevas regiones
se incorporaban al influjo comercial y productivo que alimentaba la vinculación
con los mercados internacionales a través de los puertos del litoral.
En la
introducción a nuestra compilación Tierras
rurales (Banzato, 2013b), destacamos que la cuestión de la conformación
de los mercados de tierras se ha configurado a partir de tres núcleos
temáticos: la compraventa expresada en operaciones y hectáreas, el
comportamiento de los precios y el análisis en torno al alcance del mercado,
retomamos este esquema en lo que sigue.
Sobre
el primer punto, en Buenos Aires hemos encontrado que en la campaña y en los
ejidos los negocios se expresaron en forma diferente. Las estancias y campos,
con demandantes y oferentes tanto
locales como externos, tuvieron un movimiento fluctuante y en descenso en las
hectáreas, mientras que las operaciones también fueron fluctuantes pero en
alza, de modo que el conjunto nos permite evidenciar que el mercado y el ciclo
de vida fueron fragmentando las extensiones originales. En cambio en los ejidos
las transferencias de derechos aumentaron en un mercado con características
locales, pues la mayor parte de las operaciones se hicieron entre ejidatarios
aunque se incorporaron a este sector inmigrantes (Banzato, Barcos, & D’Agostino, 2013)[2]).
En Santa Fe también los movimientos fluctuaron, pero con un descenso tanto en
operaciones como en hectáreas hacia el final del período, aquí parece que la
oferta de tierra que entra al mercado satura una demanda todavía poco activa
debido a que se encontraba con los límites geográficos de trabajar tierra sin
la posibilidad de trasladar rápidamente la producción (Martirén, 2013). En el
sur cordobés los comportamientos fueron similares al caso bonaerense pero con
menos diferencia entre operaciones y hectáreas. Hay menos fragmentaciones y más
cambio de titulares sobre los mismos campos, aquí el argumento de la tierra
como activo líquido explica bien la cuestión de las ventas de corto plazo (Tognetti, 2013).
En
cuanto a los precios, en el trabajo sobre Buenos Aires al comparar la tasación
fija de la tierra pública con precios de transacciones privadas, éstos siempre
estuvieron más altos, mostrando las alternativas en los diferentes mercados. La
tendencia de largo plazo es al alza en la campaña, con mayor dispersión en los
ejidos (Banzato, Barcos y D’Agostino, 2013). En Santa Fe los precios tienen un
primer ciclo de alza y otro de baja, la competencia de las otras colonias y el
estancamiento en la demanda debido a lo incierto del negocio durante los
primeros años son dos factores a tener en cuenta (Martirén, 2013). En el caso
de Córdoba, los precios en los departamentos del sur subieron durante el
período, con variaciones locales a tener en cuenta, pues la tierra en Río
Cuarto era más cara que en Unión y no hubo tantas fluctuaciones (Tognetti,
2013).
En
cuanto al funcionamiento de la oferta y la demanda de tierras, nos preguntamos
si podemos hablar de mercado o de mercados. En Buenos Aires hemos demostrado
que la conformación de mercados con lógicas diferenciales confluyen a uno
integrado, claro que nos favorece la mirada de largo plazo. En Santa Fe la
conceptualización de Martirén parte de la constatación de un mercado dual o
bifronte con grandes estancias y tierras de colonización agrícola. El sur de
Córdoba y Santiago del Estero son dos ejemplos de mercados locales con
participación externa, nos preguntamos si estamos ante mercados locales que han
sido copados por grandes inversores o podríamos referirnos ya a algunos
espacios que requieren grandes capitales que sólo están en Buenos Aires y que
van invirtiendo especulativamente en un mercado que, en esta perspectiva, se
constituye en nacional, si sumamos Santiago del Estero, sur de Córdoba, La
Pampa y Patagonia (Banzato et al., 2013; Martirén, 2013; Rossi & Banzato, 2013;
Tognetti, 2013).
Compilando
datos todavía fragmentarios hemos podido hacer algunas comparaciones sobre el
precio de la tierra pública, siempre teniendo en cuenta la especificidad de los
contextos provinciales, que nos permitieron apreciar que, aunque todavía no se
habían asegurado las fronteras, los pocos campos que quedaban en las zonas de
antigua ocupación inmediatas al puerto se cotizaron mucho más alto, en cambio
los precios de las fronteras abiertas resultaban mucho más accesibles. Téngase
en cuenta que los bajos precios de la frontera tenían como contrapartida la
lejanía a los puertos, el ferrocarril llegaría años después, la presencia
indígena, escasez de mano de obra en espacios sin poblar, entre otros costos de
transacción (Banzato, 2013b).
4. El problema del agua en
las llanuras, entre la escasez y la abundancia
Contrariamente
a la producción sobre las provincias andinas, los estudios en relación con el
uso y gestión del agua en las llanuras no son muy abundantes. En cuanto al
espacio bonaerense, un trabajo interdisciplinario sobre la base de evidencia de
fauna y flora y el impacto en la tipología habitacional confirmó los resultados
de investigaciones anteriores que habían verificado los ciclos climáticos de
sequías e inundaciones entre los siglos XVII y XIX, diferenciando la época más
fría y seca que duró hasta mediados del siglo XIX, de la más lluviosa que se
extendió desde entonces hasta las primeras décadas del XX (Deschamps, Otero, & Tonni, 2003).
Asimismo,
desde la historia ambiental, se han determinado los ciclos de sequías e
inundaciones del Chaco entre los siglos XVI y XX, como así también, a partir
del estudio comparado del fenómeno de El Niño a fines de la década de 1870 en
Sudamérica, que se manifestó en grandes inundaciones en las costas de los ríos
Paraná y Uruguay, consolidaron una visión más amplia sobre el cambio climático
a nivel global que hace hincapié en la variabilidad de la naturaleza, más que
en el aporte de la actividad antrópica; de igual manera, estudiaron los ciclos
de sequías y crecidas del río Bermejo entre los siglos XVII y XX (Aceituno et al., 2009; Herrera, Prieto, & Rojas, 2011; Prieto
& Rojas, 2015). Para
Buenos Aires sólo contamos con una detallada cronología de los períodos de
sequías e inundaciones desde el siglo XIX al XX, que tiene la virtud del
detalle pero carece de la mirada analítica que la escuela mendocina nos aporta (Moncaut, 2003).
El
conjunto de estas constataciones de la variabilidad climática permite explicar
mejor la manera en que los gobiernos abordaron la gestión del agua. Para Buenos
Aires se ha propuesto una periodización de las políticas llevadas adelante por
el Estado bonaerense desde fines del siglo XIX en adelante que integra las
políticas destinadas a los excesos hídricos con la provisión de agua a las
ciudades, en al que en el período
1860-1940 la cuestión de cómo atender al ciclo climático forma un sólo nudo
problemático, pues a continuación la gestión de la urbanización alrededor de
Buenos Aires y la provisión de agua corriente dominaron la agenda pública (Pereyra, 2010). Sobre
esta base, recientemente hemos sumado estudios sobre dos de los planes más
ambiciosos (y fracasados) para controlar la naturaleza: el diseño de una red de
canales de navegación y la concreción de los canales de desagote de los campos
de la cuenca baja del río Salado ante el exceso hídrico, ocupándonos también
del análisis de los recursos económicos que las autoridades de Buenos Aires
destinaron a tales fines (Banzato, 2012, 2014, 2016).
Una
perspectiva comparada entre Santiago del Estero y Buenos Aires nos permitió
detallar aspectos diferenciales en cuanto a la distribución del agua en
territorios con ciclos de variaciones climáticas agudas, entre los últimos años
del siglo XIX e inicios del XX. En la provincia norteña, sobre la cuenca del
río Dulce, en los alrededores de la capital se diseñó un entramado de canales
que volvieron a poner en funcionamiento la antigua Acequia Real y desde allí
tomaban el agua para el regadío, generalmente acotado, de zonas productivas de
materias primas. De unos pocos canales e hijuelas, hacia fin de siglo el
entramado se hizo profuso y aumentaron sensiblemente la cantidad de cuadras
regadas. Al mismo tiempo, la instalación de las dos principales industrias,
azucarera y vitivinícola, requirió de la apertura de canales de gran
importancia que permitían el riego a espacios más extensos y altamente productivos.
Este sistema de distribución del agua fue acompañado de una corta pero también
ejemplar modalidad de administración mediante un esquema sindical centralizado
con apoyaturas departamentales, con instituciones cuyas autoridades eran
elegidas por los propios regantes propietarios de tierras y renovadas
anualmente, Aunque finalmente la activa industrialización sucumbió a las
problemáticas de los ciclos climáticos agudos, el formato de regadío por
canalización se fue extendiendo hasta abarcar, en la actualidad, un tercio de
la provincia, como forma de abastecer de modo regular a los cultivos. En el
caso del sur de Buenos Aires las propuestas estatales de formación de colonias
en tierras fiscales, como las de los terratenientes para poner a producir sus tierras,
en ambos casos bajo riego, salvo excepciones, no pasan de estudios de
factibilidad y normativas (Rossi & Banzato, 2016).
5. Conclusiones
Tal
como ha planteado Santilli en su trabajo para el período anterior, en lo que
respecta a la ocupación y propiedad de la tierra entre mediados del siglo XIX e
inicios del XX los temas más importantes están planteados y no parece que los
trabajos sobre espacios locales vayan a cambiar sustancialmente el panorama que
hemos analizado.
Los
mercados de tierras tienen todavía perspectivas diversas, no solamente estamos
en los inicios de una caracterización común a los distintos espacios, asistimos
además a una conceptualización más atenta a la especificidad local que a una
interpretación de conjunto del proceso de conformación de un mercado de tierras
unificado, aunque en ese sentido necesitamos investigaciones que aborden un
lapso de tiempo más amplio para ver el comportamiento del mercado. Por otra
parte, nuevos trabajos que puedan ponderar el impacto de la extensión de las
vías férreas deberían completar estos estudios.
Tal
como lo ha verificado la historia ambiental para los siglos XVIII-XX, para el
conjunto de problemas que estamos tratando consideramos que hay algunas
cuestiones que merecen un análisis de largo plazo que vincule más fuertemente
las agendas de investigación de quienes estudian los períodos colonial e
independiente y quienes trabajan el siglo XX hasta las coyunturas actuales. De
esta manera, podrían superarse las periodizaciones estancas y aportar a una
explicación más completa de algunas tendencias que llegan hasta nuestros días,
como por ejemplo la secular concentración de tierras y expulsión de los
campesinos en las áreas marginales de la agricultura; la permanencia de los
pequeños propietarios, antes productores hoy rentistas; la lucha secular de los
pueblos aborígenes que están recuperando su cultura e identidad reclamando un
poco de la mucha tierra que les fue arrebatada con el avance del Estado y la
economía criolla entre los siglos XVI y XIX. En cuanto a las políticas
públicas, sería importante comparar la participación del Estado y el
funcionamiento del mercado de tierras una vez que se cerraron la fronteras
productivas y en lo que hace a la gestión del agua cómo insisten en el fracaso
ante la recurrencia de las inundaciones, con campos (y ciudades) que siguen
soportando el exceso de agua sin planes de contingencia que les permita mitigar
(ya que no solucionar) las catástrofes.
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[1] “En varios países de
América Latina las fronteras estatales incluyen a la vez distintos tipos de fronteras internas, debido a que las
expansiones nacionales hacia los límites de sus ámbitos de control político,
determinó el arrinconamiento de las poblaciones nativas cuyos territorios
originales fueron expropiados por los frentes expansivos. La República
Argentina es un buen ejemplo de este proceso, ya que gran parte de sus actuales
fronteras están pobladas por los sobrevivientes de las guerras de exterminio de
la segunda mitad del Siglo XIX, que la historia oficial designa con el
eufemismo de Conquista del Desierto” (Bartolomé, 2005).
[2] En el trabajo citado condensamos nuestros
estudios y los de diferentes colegas sobre el tema, que en este capítulo sería
muy largo detallar.
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